domingo, 8 de febrero de 2009

Burdo legalismo sabático

Me desperté con sobresalto. Salí de mi habitación y me encontré con mi hermana a la cual me dirigí y le pregunté: ¿qué hora es? Con mucha tranquilidad me informó que eran las 5:30 p.m. de tarde. ¡Dios mío! ¡qué tarde es! – exclamé. Tomé mi camisa, mi Biblia, lápiz y papel y me dirigí a la iglesia más cercana, a saber: la Iglesia Central de La Era. Mis pasos apurados no se distrajeron ni un segundo en su camino a la iglesia; mi mente inquisitiva sólo pensaba en ocupar una buena butaca.
Al llegar a la iglesia, ese sábado de tarde, y entrando en ella saludé a un amigo o dos y luego de eso mis ojos escanearon el lugar con precisión admirable, a pesar de que sufro de miopía. Luego de unos pocos segundo encontré el lugar preciso y “bueno en gran manera”. Cumplía con las condiciones que una persona como yo siempre busca.
Era una butaca que estaba situada al lado izquierdo del pasadizo central, no con muchas sino pocas personas alrededor de ella. Una butaca solitaria como yo.
No tuve que ordenar a mis pies que se movieran sino que me forzaron a ir hasta ella. Me desplomé sobre con mucho estilo.
Sin prestar atención a lo que las personas que estaban dirigiendo el programa de Jóvenes Adventistas (JA) decían, abrí mi Biblia, una Nácar – Colunga que según mi profesor de lenguas semíticas, José Edno Almeida Filho, es una de las mejores traducciones, y me dispuse a continuar con mi lectura sabatina. Todos los sábados tengo por costumbre abstraerme en mi lectura bíblica sin importar lo que pase a mi alrededor o quien está predicando a menos que lo que se diga se de mi interés o me cautive la sapiencia del predicador. Ese sábado abrí mi Biblia en el libro de Mateo capítulo 10 y comencé con mi lectura y parecía que las voces de los congregados se iban disolviendo con el aire, iban desapareciendo de mi alrededor todos ellos, uno a uno. Cada vez que leía una palabra de mi Biblia, una persona desaparecía y mi mundo al que me abstraía se perfeccionaba cada vez más. Unos minutos después el pedazo de papel que tenía conmigo se iba llenando de preguntas y temas sugerentes para ser estudiado luego.
Llegó un momento en el que me vi sólo en medio de la iglesia leyendo mi Biblia, un mundo perfecto de lectura, y luego poco a poco comenzaron a volver a mi las voces de las personas que me rodeaban, comencé a verlos nuevamente, podía oír a las personas que dirigían JA y me comencé a preguntar que sucedía, que había interrumpido mi perfecto mundo de lectura. Me sentí aterrorizado. Es muy difícil sacarme de mi mundo de lectura una vez que inicio y ese sábado súbitamente algo rompió mi concentración y de golpe, sin aviso alguno, sin señal de alerta algo me sacó de mi mundo perfecto. Traté de aferrarme a él y leí unas líneas más pero no podía continuar. Comencé a buscar desesperado la respuesta. Mire hacia los cuatro vientos pero no hallé nada. Luego pensé que podría ser mi fiel amigo, aunque a veces inoportuno, celular. Tomé el celular y lo revisé. Le pregunté si él había causado en mi tal desconcentración – me respondió algo soñoliento que le repitiera la pregunta, angustiado le dije que sea sincero conmigo y confiese su traición. De un salto se puso en pie delante de mi y me presentó sus informes: llamadas perdidas: cero; mensajes entrantes: cero; notificaciones de asuntos pendientes, de aniversarios, de tipo organizacional y otros: cero. Me dijo con voz franca, sincera y firme que no había cometido ningún error. Ante tales pruebas lo dejé en paz y lo regresé a su lugar: el bolsillo izquierdo de mi pantalón.
A este punto, yo ya estaba muy perturbado. Sin esperanza y sin consuelo. De pronto oí una voz que venía mi mismo, mis oídos aguzaron sus ojos para poder detectar con exactitud su procedencia. Me informaron con rapidez que era mi cerebro. ¡qué absurdo! Mi cerebro no se puede traicionar así mismo, mi cerebro creó esa rutina sabática y todo lo que soy depende de él. Medité por un momento y con asombre tuve que aceptar que mi propio cerebro estaba en contra mía.
En esos momentos de profunda meditación mi cerebro me mostró unas cuantas imágenes en 3D que había preparado para mi. Las imágenes que vi golpearon mi ser con furia, con fuerza y con mucha razón.
Esas imágenes me hicieron recodar el incidente entre el fariseo y el publicano (Luc. 18:10). Y vi en mi a un fariseo. Pretendía saber mucho y no le daba importancia a las personas que salen al frente y hacen una gran labor. Los subestimé y tuve mi recompensa.
Muchas veces cometemos el error de subestimar a nuestros semejantes. Mi actitud era absurda. ¿ir a la iglesia para leer la Biblia y no escuchar lo que los hermanos de la iglesia dicen? Es absurdo. Esa tarde sonreí un poco. Por años critique a las personas que se sentaban en las bancas de la iglesia y no hacían otra cosa que calentarlas porque ni siquiera escuchaban lo que se decía desde la plataforma. Ahora, años más tarde me convertí en uno de ellos y sentí gran vergüenza.
Hace unas atrás un amigo me dijo: ¿para que van al iglesia? ¿para sentarse todo el santo día en plan H? sin hacer nada y escuchar como idiotas lo que otros dicen. Este amigo tiene mucha razón. Si vamos a la iglesia sólo por cumplir nuestros votos bautismales y por miedo al qué dirán, mejor es que no lo hagamos. Si vamos a la iglesia porque no hay otra cosa mejor que hacer en la casa por que no puedes ver la tele o jugar por que es sábado, mejor quedémonos en casa.
Hoy reflexiono sobre mi experiencia y mi actitud. El sábado fue hecho para podernos recordar el poder de YHWY al crear el universo entero con sólo su palabra y tomarse el tiempo para ensuciarse las manos y moldearnos del polvo de la tierra. El sábado nos muestra su inmensurable amor al enviar a su unigénito a morir en nuestro lugar: Cristo.
No podemos mancillar este día tan especial asistiendo a la iglesia sólo porque debemos cumplir con nuestros votos o por el qué dirán. Debemos tener en cuenta lo que Dios hizo a favor nuestro (Jn. 19: 28 – 30). Llenamos ese día especial con el más burdo legalismo lleno de formas cuadradas que no permiten que adoremos a Dios con la adoración que él se merece por ser le creador y redentor. Legalismo que se traducen en cultos que hacen de la adoración una carga pesada, una carga innecesaria. Debemos adorar a Dios con ayuda del Espíritu Santo y con verdad.
Cada una de nuestras actitudes cuentas, cada una de nuestras palabras cuentan, cada uno de nuestros pensamientos cuentan. Ir a la iglesia sólo por cumplir es el legalismo mas burdo que jamás se haya visto en la historia de la redención.
Ese sábado después de meditar un poco en lo que realmente significa el sábado cerré mi Biblia, dejé descansar mi lápiz, guardé el pedazo de papel con mis apuntes en mi bolsillo de mi camisa y me dispuse a escuchar y a ver y a disfrutar del programa de JA. Si mi cerebro no me hubiera traicionado me habría perdido un buen tema. Esa tarde se recordó un poco de nuestra historia eclesial, de cómo los pioneros de nuestra iglesia sufrieron el amargo chasco de 1844. La historia contada esa tarde penetró en mi ser llenándome de nostalgia y de esperanza. Es que somos una iglesia profética (Apoc. 10) con un fin profético (Apoc. 20: 7 – 15), con un triple mensaje profético (Apoc.14: 6 – 20) y no podemos quedarnos en legalismo absurdos. Debemos dar todo nuestro ser a la sublime y más excelsa misión que el mismo Cristo, el Mesías y Redentor, nos otorgo (Mat. 28:19).

PD: Dejen sus comentarios.

1 comentario:

  1. Has robado palabras de mi boca y debo decirte con toda sinceridad que algo similar me ha estado pasando y llegue a la misma conclusion,el detalle es que hace dos sábados que no estoy yendo a la iglesia por las tardes y me sigo cuestionando muchas cosas,me siento preocupada pues sé que tampoco se trata de quedarse en casa ,pienso que hay algo mucho más alla de todo esto y estoy en busca de respuestas para ello,talves puedas escribir algo que me ayude a enender que me sucede ,porque si bien es cierto soy conciente de que el legalismo me harto ,el problema ahora es que no me siento feliz quedandome en casa y ya no se en realidad como hallar deleite en guardar el sábado sin caer en ambos extremos..GRACIAS POR ESCRIBIR..

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