martes, 14 de diciembre de 2010

La viuda de Sarepta-1

Cuando pienso en la viuda de Sarepta me pongo a pensar en lo trágico de su vida, en sus graves problemas, en la forma de cómo enfrentó la vida, en su desesperanza, en las noches que sobresaltada se levantaba y caminaba de un lado a otro preocupada con un dolor inmenso en su corazón que la dejaba casi sin respiración y con lágrimas en los ojos…cuántas veces habrá pasado la noche en vela al lado de su hijo viendo con ternura y amor que sólo las madres tienen, acariciando la suave cabellera de su hijo que duerme con el estómago casi vacío ignorando lo que sucede a su alrededor…
Sin embargo su historia, sus problemas, su forma de ver el mundo y la vida estaba a punto de cambiar…porque en el curso de la existencia nada es constante, todo tiende a cambiar, todo tiende a ser diferente, nada es constante; y tampoco nada se compara con Dios.
Dios, un ser incomprendido por la humanidad. Desea lo mejor para sus criaturas pero la gente pasa la mayor parte de su vida rechazándolo y sin palabras le pide que se aleje de sus vidas, de sus familias, de sus hijos sin saber o sabiendo que él puede tornar su vivir triste y sin propósito alguno, en una diferente que tiene sentido, rumbo, paz…
No existe soberano en la tierra que pueda hacer las grandes cosas que Dios hace… ¿podrá algún gobierno poner límite a las olas? Dios puede hacer eso y mucho más porque él es el creador del universo y siempre ha querido comunicarse con nosotros de muchas maneras y no le hemos oído.
La historia de la viuda de Sarepta se encuentra en medio de una batalla entre uno de los reyes más idólatras y despiadados en la historia de Israel, Acab, quien estaba casado con Jezabel una mujer extranjera, princesa sidonia, que sólo trajo desgracia al pueblo israelita. El dios al que ellos adoraban era Baal, una variante mesopotámica de Tor, el dios del trueno. Baal era el dios de las lluvias y junto a su consorte Astarté, diosa de la fertilidad, reinaban el “olimpo”mesopotámico.
En esta batalla parecía que el único demente era el profeta Elías que se enfrentaba “sólo” a toda una nación de idólatras. Elías, el mensajero de Dios, le dijo a Acab que no habría lluvia sino por su palabra.
Es sabido que la batalla siempre hay personas ajenas que se ven afectados, lo que se llama daño colateral. Personas que se ven en medio de un conflicto y aunque ajenos al mismo siente los estragos de los intercambio de hostilidades.
Es en medio de este problema y como parte de ese daño colateral que encontramos en las páginas de la biblia a la viuda de Sarepta. Que sin saber el porqué de las cosas, ni de la batalla entre Dios y Baal, entre el mensajero divino, Elías, y el rey idólatra Acab; simplemente estaba sufriendo las secuelas de esa batalla.
La vida está llena de ironías, Elías estaba desafiando al dios de las lluvias y le estaba quitando sus prerrogativas divinas. Desafiando su poder y su divinidad, de seguro que el rey Acab estaba más que confiado que esa sequía no iba a darse porque su dios lo iba a proteger.
PERO DIOS ES DIOS y no hay otro igual a él, ni que haga obras iguales.
Con el paso de los días y con la sequía encima, Elías fue enviado por Dios al arrollo de Querib para que morara allí para que protegerlo de las manos de Acab, pero este arrollo sucumbió a la sequía.
Es en este momento en que la viuda entra en la historia bíblica. Dios envía a Elías a Sarepta, un pueblo apartado de Israel.
En la tradición mesopotámica se creía que los dioses eran locales y que su poder no se podía extender a otros pueblos ni mucho menos a otras fronteras, a menos que se “importase” a ese dios. Para eso se tenía que construir altares para que el dios pueda ser adorado y así su presencia pueda estar en medio de ellos.
Es por eso que en la historiador que escribió el libro de Reyes enfatiza el hecho de lo distante que estaba Sarepta para realzar el hecho de que Dios no es simplemente un Dios local sino uno UNIVERSAL.
DIOS puede hacer milagros, maravillas, puede cambiar vidas, familias, historias no sólo aquí, sino también allá. Dios no sólo atiende en el consultorio sino que también hace consultoría a domicilio y lo mejor de todo es que lo hace todo por el mismo precio y sin interés ni comisiones extra.
Dios siempre está disponible las 24 horas del día, los 365 días del año.
Sólo tienes que llamarlo, está a tan sólo una oración.

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